viernes, 27 de junio de 2008

Final de ensayo

Terminé mi ensayo… Me gusta lo que logré. Quedó, como hablamos en clase, “una exploración por mis lecturas”. El problema que se me presentó es que ocupaba cinco hojas y un poquito más, y cuando lo armé con las notas al pié como correspondía se me fue a seis hojas. Sé que tendría que haberlo achicado, pero me gusta lo que quedó. Me parece que se entiende, y me alegra sentirme elogiada por compañeros de otras materias que leyeron este resultado.
Al escuchar los proyecto de mis compañeros, por ahí sentí que mi ensayo quedo mucho más estructurado que los del resto. Pero me parece que el tema “librado al azar” y los gustos propios me llevaron a escribir esto. En una introspección que hice sobre mi escritura, después de la última clase, me di cuenta que por ahí estoy muy empapada con este tema de la comunicación y de la cultura de masas. Es algo que me gusta, me entretiene, y me sale con facilidad. Al leer el texto de Benjamin “El narrador”, fue amor a primera vista, el poder anclar temas de toda la carrera y en especial relacionarlo con la escritura y la lectura, tan característico del taller.
Sentí en algún aspecto un acercamiento a Berger, tan crítico en sus escritos. Por ahí leí que es título de su libro “El tamaño de una bolsa” se debe a que ese elemento sirve para resistirse y se forma cuando una o más personas se unen en contra de algo, por ejemplo el modelo económico. Leí en Wikipedia, la enciclopedia on-line, que Berger era muy crítico, de acuerdo a su forma de vida y seguramente por su acercamiento al partido comunista, del mundo que lo rodeaba.
Espero que la lectura sea llevadera, y que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones de la forma de escribir que se posee hoy en día. No sentir que todo por ahí está perdido como opinaban aquellos autores tan nombrados, sino pensar que las cosas por ahí cambiaron para bien, y sino que sería de nosotros sin crónicas como las de Caparrós, o cuentos como los de Walsh y Salinger, u otro géneros tan nuevos y que son tanto igual o mejores que las narraciones a las cuales se refería Benjamin.
Principalmente que se note el esfuerzo y la lectura… ustedes dirán.

Italo Calvino, el coleccionista

“Colección de arena” de Italo Calvino me hizo acordar al texto de Capote “Un día de trabajo”, en el cual a través de un recorrido por los diferentes ambientes el autor trata de identificar y caracterizar a las personas a través de simples objetos. De la misma manera, Calvino en una especie de museo, recorre las diferentes muestras de coleccionistas, y se pregunta a través de por ejemplo, los frasquitos con arena, cómo es la persona que se tomó el trabajo de juntarlos y recolectarlos. No parece realmente un ensayo, sino mas bien una crónica. Igualmente me pareció entretenido poder leer los pensamientos del autor a medida que describe lo que aparece delante de sus ojos.

martes, 24 de junio de 2008

Escritores y lectores en evolución

Desde tiempos primitivos, todas las artes, en especial la escritura, reflejaron los movimientos políticos, económicos y sociales de todos los territorios del mundo. En la actualidad: ¿Será cierto que se perdió el arte de narrar? ¿O cambiaron las sociedades y, por ende, las formas? ¿No se puede afirmar que ahora, más que antes, la gente está mejor comunicada y enterada de las cosas que suceden a su alrededor? ¿Cuáles fueron los factores que hicieron que se pasara de lo tradicional a lo moderno, tanto en la narración como en la lectura? ¿Será en todo caso que, nadie tiene más que contar, o llegamos a la época del no-narrador? Como si los textos y narraciones se contaran solos, de manera anónima.
Según Walter Benjamin[1] el hombre transmite su experiencia a través de la narración, cuyo mejor lugar de escucha está ubicado en la figura del trabajo artesanal, refiriéndose al hecho de la transmisión oral de experiencias vividas por viajeros, en un lugar de distancia tanto de los hechos como de la zona geográfica. A partir de la guerra[2], y en especial hoy en día, todos esos relatos se han perdido, ya no hay una transmisión oral de experiencias, ya no hay más sabios que guíen nuestras conciencias para atravesar el mundo que nos rodea. Su conclusión es que los grandes relatos se han quebrado.
Pensar en las posibles narraciones de hoy en día, es pensar en el atravesamiento de la experiencia misma, narrar nuestros propios sueños. Actualmente no hay lugar común para esos grandes relatos artesanales, a los que se refería Benjamin. Estamos rodeados de muchas perspectivas diferentes y de distintos puntos de vista que hacen imposible la forma de narración tradicional.
Benjamin dice: “Es como si una capacidad, que nos parecía inextinguible, la más segura entre las seguras, de pronto nos fuera sustraída. A saber, la capacidad de intercambiar experiencias.”[3]
Pareciera que a través de la imprenta y de esta nueva sociedad más secularizada, se hubiera perdido el arte de narrar. La imprenta surge en el siglo XV como una primera posibilidad para la reproducción fiel de escritos. No es casualidad que el primer texto impreso haya sido la Biblia, por una disputa cultural, económica y religiosa. Durante muchos siglos, la única persona que podía interpretar este texto sagrado era el ministro de Dios en la tierra. El hecho de su reproducción y de que cualquier persona tenga acceso a ella, acompañan a la crisis de valores del protestantismo en contra de la Iglesia, afirmando que cualquier sujeto puede interpretar la palabra de Dios.
Con el trascurso de los años, en los siglos XVII y XVIII, se imprimían enciclopedias y se empiezan a consolidar los medios de comunicación.
De la misma manera que para Benjamin la imprenta fue decisiva en el cambio de la narración, para autores como Charles Baudelaire[4] el advenimiento de la fotografía en la misma época, a partir del capitalismo, dejan a un lado las grandes pinturas, que precisaban de la mano del hombre para producirse (forma artesanal). “El capitalismo acabó con todo eso”. Es a partir de esta nueva modalidad que los escritores y poetas empiezan a escribir por el sólo motivo de ganar dinero, no por una necesidad de expresar un sentimiento o capacidad.
Esta crítica tiene un pequeño acercamiento a la discusión que mantienen en el cuento de Rodolfo Walsh “Fotos” los protagonistas con respecto a la fotografía. Dedicarse al arte, para Mauricio, era fotografiar todo lo que lo rodeaba, y lo que usaba para vivir eran esas fotos de “chicas de primera comunión”. La suya era una posición muy discutida con el negro, quien tenía una visión distinta sobre el tema. Para Jacinto el arte era el de alta cultura, no la utilización de un artefacto mecánico que hace todo el trabajo.
En el siglo XIX se empiezan a diferenciar y ordenar las nuevas formas de comunicación, adquiriendo una consciencia de los efectos que causan. Así, se producen nuevos géneros como la novela[5]. Para Benjamin, el novelista es el individuo separado del resto, más individualista y ajeno a los acontecimientos del prójimo, “ese intento de legitimación corre a contrapelo de la realidad”[6]. Al contrario, el narrador cuenta su experiencia a quienes lo rodean, y de ésta manera sus oyentes, a partir de una atención constante, transmiten esos conocimientos a otros.
Tanto las novelas como los folletines y las gacetas se van arraigando como industria, y utilizan estrategias de mercado para ganar público y, por ende, dinero; además, apoyan procesos de inmigración y contribuyen también a la alfabetización de los pueblos. Géneros como el de non-ficción (que toma elementos de la ficción para ayudar a entender los acontecimientos que suceden en la realidad), hacen que se genere una inclusión social mayor, que va en contra de la ideología de las clases letradas o de la alta cultura[7]. Por otro lado, hay un cambio del cuento tradicional al moderno que se da también por un motivo social: el surgimiento de la burguesía y una avanzada secularización.
De esta manera, tanto las narraciones como los cuentos, adquirieron modos nuevos de realización. Se reemplazó la “cualidad fáctica del cuento tradicional” y surgió lo que el autor Jaime Rest[8] denomina “actitud lírica”. Hay un proceso de intervención de lo psicológico, la ambigüedad y la fragmentación. La preocupación de los autores por un seguimiento de sucesos en el cuento moderno penetra en la experiencia de la vida misma formando parte de lo social, generando “dimensiones ilimitadas”. Una de las principales observaciones que pudieron extraerse de la índole tradicional que poseyó el cuento hasta el renacimiento fue su “naturaleza fáctica”. Este tipo de narración considera dos variedades: lo maravilloso y lo realista. El primero, presenta situaciones sobrenaturales (milagros, santificaciones). El segundo, se refiere a situaciones de la vida cotidiana.
Es así como, a mediados del siglo XIX, se produce el surgimiento de lo masivo. Benjamin lo afirma diciendo que,
Con el dominio constituido de la burguesía, entre cuyos instrumentos más importantes, en la etapa de comunicación que, debe contarse a la prensa, por lejos que se encuentren sus orígenes, nunca había influido de manera determinante sobre las formas épicas, pero actualmente sí lo hace. Y sucede que esa forma de comunicación no sólo es más extraña a la narración, sino que es mucho más peligrosa para la narración que para la novela, a la cual con todo, conduce a una crisis. Esa nueva forma de la comunicación es la información[9]

Es una nueva era dónde las comunicaciones empiezan a dominar el mundo, y con ellas culmina el modelo liberal de Adam Smith. Años de gran crecimiento económico que se verán interrumpidos por dos guerras mundiales. Muchas fueron las críticas producidas por grandes pensadores de la Escuela de Frankfurt[10] a estas nuevas sociedades donde los medios masivos de comunicación han convertido el tiempo de ocio y la cultura en general en una industria más, una industria para el consumo de sus productos, y en torno del modo en el que esta nueva industria promueve el conformismo, mina la creatividad y anula las capacidades propiamente humanas, entre ellas, la capacidad de narrar, de transmitir vivencias de padres a hijos, o entre culturas a través de la oralidad (alma de la narración), convirtiéndose en un “fenómeno en decadencia”[11]. Ante las grandes obras que invitaban al receptor a cuestionarse y ser consciente de ello, con el surgimiento de lo que ellos denominan industria cultural, se produce un quiebre: se disuelve ese germen crítico y hay una búsqueda por el placer inmediato y la espontaneidad. No hay una ideología que respalde la obra, ya que esta industria convierte a la cultura en mercancía. El individuo es cómplice de un sistema dónde participa de manera inconsciente generándole necesidades donde no las hay, hasta el punto de consumirlos en estado de distracción.
Para Benjamín[12], la reproducción técnica de la obra de arte significaba la destrucción del modo aureático de existencia de la obra artística, en nuestro caso del arte de narrar. La reproducción técnica entraña una carencia que no es otra que “la autenticidad”, esto es, el “aquí y ahora” del original, una autenticidad en cuanto autoridad plena frente a la reproducción, incapaz de reproducir, precisamente, la autenticidad. Benjamin propone el término “aura” como síntesis de aquellas carencias: falta de autenticidad y de testificación histórica. “Resumiendo todas estas carencias en el concepto de aura, podremos decir: en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de ésta”[13].
Su valor como obra ya no radica en el contenido, tiene que ver con la circulación de los bienes.
Estos autores, mencionados anteriormente, condenaban una historia que negaba la “realización de lo que alguna vez habían sido los anhelos más optimistas con respecto al futuro del hombre” [14].
Por otro lado, en referencia a la información, Benjamin la contrapone a la narración. “Para la información es inevitable el aparecer como plausible. De ahí que sea incompatible con el espíritu de la narración. Si el arte de narrar se ha hecho raro, la extensión de la información ha tenido una participación decisiva en ese resultado”[15]
De la misma manera que lo hace Benjamin, otros autores críticos más actuales, pero de la misma línea de análisis que los autores de la Escuela de Frankfurt, critican el término “información”. Es el caso de Antonio Pasquali, que desde un punto de vista más comunicacional diferencia información de comunicación. Afirma que muchos términos tendrían que ser recategorizados, términos que se desprenden de la relación entre la sociedad y los medios de comunicación[16]. Para él, información y comunicación son incompatibles. El primer término carece de “univocidad lógica”. No hay diferencia entre una máquina o ser humano que genere información; es sólo un estímulo y no un diálogo como sucede en la comunicación. La información no permite el intercambio y no reconoce al receptor como sujeto ético y moral, sino que se reserva como un proceso de vehiculización unilateral destinado a una homogeneidad de masas, un mensaje único para muchos sujetos, donde unos hablan y otros escuchan. Esta alocución busca empequeñecer, adueñarse y alienar al receptor. No admite respuesta.
El tipo de sociedades en el que estamos inmersos hoy en día, son sociedades, como pensaba Benjamin, dónde prima la información por sobre la comunicación, la cual está culturalmente subdesarrollada y sometida al monopolio político y económico de los medios de información, en donde el receptor se frustra por la mudez, alienación, incomunicabilidad, inaccesibilidad, se lo reconoce como un objeto.
“Cada mañana se nos informa sobre las novedades de toda la tierra. Y sin embargo somos notablemente pobres en historias extraordinarias. Ello proviene de que ya no se nos distribuye ninguna novedad sin acompañarla de explicaciones. Con otras palabras, ya casi nada de lo que acaece conviene a la narración, sino que todo es propio de una información.”[17]

Tal vez cabe preguntarse por qué Benjamin utiliza como momento de cambio las guerras mundiales en relación con el final de los grandes narradores. Una de las respuestas posibles es que las historias y las tradiciones que se conocen actualmente son, en general, escritas por quiénes ganan y vencen. Las voces de los otros son acalladas o no llegan a ser escuchadas. Y esto se puede ver desde los indígenas y colonizadores, hasta el levantamiento del peronismo en la Argentina el 17 de octubre[18]. Es, quizás por este motivo que, por ejemplo, la autora Alcira Argumedo busca reconstruir esos silencios.
Otra de las razones que puede ser paralela a la anterior, es que a partir de las guerras mundiales queda instaurado el modelo económico que conocemos hoy en día, y que, gracias a él, o mejor dicho por desgracia, se entretiene a la gente para que no pueda reflexionar y no pueda darse cuenta de las malicias que invaden a este mundo.
De esto se desliga también que todas las noticias son iguales; tiene el mismo peso que en África se mueran los chicos de hambre, que en algún lugar remoto del mundo alguien se haya ganado un cero kilómetro y pueda mostrarlo por televisión. Todo está tan naturalizado hasta, muchas veces, tan simplificado, que no tiene el mínimo valor. Y como todo es igual, qué importan los grandes narradores o las grandiosas historias de antepasados.
Es cierto, y me hace estar de acuerdo con un autor tan examinador como Benjamin, que las nuevas generaciones, cada vez más apartadas del saber leer y escribir de manera sintética, analítica y crítica, a las cuáles también pertenezco, se encuentran más enajenadas de estas sabidurías, de las historias que pasaban de generación en generación, haciendo reflexionar a uno sobre el mundo, tanto interior como exterior de las cosas. Hoy en día la gente vive descreída de lo que sucede a su alrededor, producto de la cultura de masas y de los medios masivos en particular. Lamentablemente, es algo que sucede y de lo cual no podemos estar ajenos. Caparrós[19], icono de la crónica periodística nacional, declara que los medios escriben “para un lector que no lee” y llenan las páginas de sus diarios con fotografías, recuadros, infografías, dibujitos y deberíamos agregar, anuncios publicitarios.
En la actualidad, Internet y el ciberespacio también nos alejan de la hoja de papel impresa, ya no importa la imprenta, tampoco se puede tocar el papel. Tampoco interesa la identidad del sujeto, porque en Internet cualquiera puede ser quién quiera. En el momento de pérdida de vigencia de las nacionalidades, la raza, el género y la religión, se darían las condiciones para el advenimiento de una cultura que enfatizara los factores convergentes por sobre los divergentes entre seres humanos. De esta manera, se contribuiría al surgimiento de una sociedad global “basada en la tolerancia y la comprensión”. Con la posibilidad de comunicarse, se daría origen a las “comunidades virtuales.”[20]
Gran parte de lo que dicen estos autores es cierto, pero de sus diagnósticos de este proceso de absorción de la cultura no permiten entrever como liberar a las sociedades y en especial a la cultura de esta mecanización de la industria, no dan respuesta de cómo escapar de la supuesta bastardización de la cultura que nos presentan.
Las formas cambiaron, las sociedades y la economía también, ya no hay manera de volver a lo tradicional. Pero, al mismo tiempo, es bueno que las cosas evolucionen y estén en continua transformación, y no sean siempre iguales. Por suerte, aún hay grandes cronistas que como dice Benjamin “En la amplia banda de la crónica se distribuyen los géneros narrativos, como los matices de un mismo color. El cronista es el narrador histórico”[21]
Hay que reconocer que gracias a las nuevas formas de comunicación e información, la cultura ya no sólo pertenece a la alta “burguesía” y se ha hecho más popular, sirviendo para alfabetizar a las sociedades.
Al fin y al cabo, si todo fuese como explican los críticos de la Escuela de Frankfurt, estaríamos inmersos en un caos, dónde los únicos que estarían alfabetizados y serían dueños de la cultura son las clases altas, entre ellas la iglesia. ¿Qué quedaría para el resto, sino sólo las sobras de lo que ellos consideran cultura?


[1] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986.
[2] W. Benjamin analiza los relatos realizados por Nicolai Leskov que desde fines de la guerra mundial de 1914 se intentaron conocer sus narraciones.
[3] Walter Benjamin. Op. Cit. Pág. 189.
[4] “La modernidad maldita”, biografía de Charles Baudelaire (1821-1867) [en línea] disponible en: consultado el jueves 19 de junio de 2008
[5] La primera novela castellana es el “Don Quijote” escrito por Miguel de Cervantes Saavedra, editado en 1605. Para Benjamin en las novelas: “están privados de tino y no contienen ni siquiera la menor chispa de sabiduría” (Pág. 193 “El narrador”)
[6] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 193)
[7]Aníbal Ford y Jorge B. Rivera, “Medios de comunicación y cultura popular”, Legasa. Buenos Aires, 1985.
[8] Jaime Rest, “Estudio preliminar”, en El cuento tradicional y moderno, Editores de América Latina, Buenos Aires, 1999.
[9] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[10] Adorno, T.W. y Horkheimer, M.: “La industria de la cultura. Iluminismo como mistificación de las masas”, en Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1987
[11] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 192)
[12]Benjamin, W.: “La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1987.
[13] Ibidem.
[14] Adorno, T.W. y Horkheimer, M.: “La industria de la cultura. Iluminismo como mistificación de las masas”, en Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1987
[15]Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[16] Antonio Pasquali, “Teoría de la comunicación: las implicaciones sociológicas entre información y cultura de masas. Definiciones” Editorial: Monte Avila Editores, Caracas, Venezuela, 1977.
[17] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[18] Alcira Argumedo, “Los silencios y las voces de America Latina”, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1996
[19] ZANONI, Leandro, Habla Martín Caparrós (entrevista) [en línea] Disponible en Internet en consultado en mayo de 2007.

[20] Tomás Maldonado, “Crítica de la razón informática”, Barcelona, Paidós Ibérica, 1998
[21] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 200)

Ensayo tal o tratado cual

Flusser caracteriza dos tipos de ensayo, definidos por él.
Uno es más académico, evita el uso del pronombre del “yo”. Precisa de más esfuerzo, no es algo que fluye y se escribe, porque “nadie piensa académicamente. Hace de cuenta que piensa así”. Lo denomina tratado, demuestra un tema y lo explica.
El otro, el ensayo, un estilo más “vivo”, donde se incluye algo de la experiencia del autor. El tema desarrollado se vive, y dialoga con los otros. Lo interesante, y al contrario del tratado, no resuelve el tema, sino que lo transforma en un enigma.
Tiene mucha razón el autor en escribir que, la forma y el caer en tal o cual estilo se deba a que el objetivo a tratar provenga de las ciencias sociales o de las ciencias más duras. Como explicaba en su trabajo Carlo Ginzburg, entre el paradigma indiciario, y el paradigma tradicional para las ciencias más duras.
Comparando ambos autores, se puede decir, que de la misma manera que Ginzburg, Flusser deja el ensayo para las ciencias blandas, y los tratados para las ciencias duras.

Dificultades

Está casi terminado mi ensayo. Pero no puedo entender como me cuesta tanto ponerle un título al trabajo. Quiero que sea un título abarcativo, que encierre el contenido de todo el ensayo desarrollado.
Por otro lado, la introducción , no es de mi agrado. La introducción no introduce, aunque suene bastante ridículo, no me llama a interesarme sobre el contenido. Espero que hoy en el taller le encuentre una salida urgente al problema.
El tema es que si no me gusta como queda finalizado, para mí no tiene fin. Le estoy poniendo mucha dedicación y no quiero que porque el viernes se entrega lo tenga que dejar así como está. Espero que se note en el resultado.

jueves, 19 de junio de 2008

Planificación

Decidí escribir en mi ensayo sobre "El Narrador" de Benjamin. Creo que es un texto que me dejó pensando especialmente en temas que estoy viendo a lo largo de la carrera.

Para empezar a escribir me hice un apunte de los textos que resonaban en mi memoria y que tenían relación con lo que plantea Benjamin.


  • Traspaso de lo tradicional a lo moderno.

  • Surgimiento de la imprenta.

  • Diferencia entre comunicación e información.

  • La sociedad de masas y la industria cultural.

  • La obra de arte y el surgimiento de la reproductibilidad técnica.

  • ¿La gente está más comunicada hoy en día? ¿O al contrario?

  • La alfabetización de las sociedades.

  • Los cambios, tanto narrativos como en otras artes.

A esto pienso que se refería Celia cuando escribía sobre los hilos a ovillar.

Bueno manos a la obra...

jueves, 12 de junio de 2008

Reflexión sobre el género narración.

Qué difícil que me resulta hacer un cuento o narración. Primero por la no costumbre y después por no tener esa capacidad que tienen los autores de narración, de escribir pensando en una historia explícita y una segunda historia, a la cual hacía referencia Piglia. Esa historia no contada explícitamente, es difícil de entremezclar en la narración.
No sólo se trata de poder escribir el género, leerlo también es muy importante, porque necesita de la imaginación del lector para sobrevivir. Como vimos en los cuentos de Carver, por ejemplo, en “¿Por qué no bailais?”, se necesita de la atención expectante del leedor para poder lograr un cierre de la historia, sino es algo superfluo y sin sentido, una narración que pasó a la luz de nuestros ojos y nada dejó.
Esto seguramente se deba a lo que dicía Benjamin sobre el narrador, que se ha perdido ese arte tan preciado e importante en la vida de uno. Puede ser que como seres sociales nos encontremos totalmente contaminados por la inmediatez de la información, y la imposibilidad del funcionamiento de la imaginación. No creo que sea algo tan generalizable como hace referencia este autor, hay mucha gente que se dedica a narrar historias y lo hace de manera muy significativa. Pero lo que sí es cierto, y que me hace estar de acuerdo, con un autor tan crítico como Benjamin, es que las nuevas generaciones, están cada vez más apartadas del saber leer y escribir de manera sintética, analítica y crítica. Estas nuevas generaciones, a las cuáles también pertenezco, se encuentran más enajenadas de estas sabidurías, de las historias que pasaban de generación en generación, haciendo reflexionar a uno sobre el mundo, tanto interior como exterior de las cosas. Hoy en día la gente vive descreída de lo que sucede a su alrededor, producto de la cultura de masas.
Pero bueno, de esto y mucho más seguramente hablaré en mi ensayo, por eso no sigo con las críticas.

El narrador. Walter Benjamin.

Considera que el hombre transmite su experiencia a través de la narración, cuyo mejor lugar de escucha, está ubicado en la figura del trabajo artesanal. Refiriéndose al hecho de la transmisión oral de experiencias vividas por los viajeros, en distancia con los hechos y en distancia geográfica también. El poder transportar al oyente hacia ese lugar que nos ha marcado de por vida.
Hoy en día todos esos relatos se han perdido, ya no hay una trasmisión oral de experiencias, ya no hay más sabios que guíen nuestras conciencias para atravesar el mundo que nos rodea. Su conclusión es que los grandes relatos se han roto.
Pensar en las posibles narraciones de hoy en día, es pensar en el atravesamiento de la experiencia misma, narrar nuestros propios sueños. Hoy en día no hay lugar común para esos grandes relatos. Estamos rodeados de muchas perspectivas diferentes y tantos puntos de vista que se hace imposible la forma de narración tradicional.
Benjamin dice: “Es como si una capacidad, que nos parecía inextinguible, la más segura entre las seguras, de pronto nos fuera sustraída. A saber, la capacidad de intercambiar experiencias.”
Utiliza como ejemplo la narración a Leskov, que a través de su recorrido por Rusia narra sobre sus experiencias.
Es como si a través de la posibilidad de la imprenta, y de esta nueva sociedad más secularizada se hubiera perdido el arte de narrar. Surgiendo el nuevo género de la novela, el individuo separado del resto, al contrario del narrador, que cuenta su experiencia a quienes lo rodean, y de ésta manera sus oyentes, a partir de una atención constante, transmiten esos conocimientos a otros.
¿Será cierto que se perdió el arte de narrar? ¿O cambiaron las sociedades y por ende las formas?, ¿Ahora, más que antes la gente no se comunica mejor y está más enterada de las cosas que suceden a su alrededor?

Texto narrativo a partir de consigna de imagen onírica.

El ruido es cada vez más insoportable. Le produce una sensación ambigua, entre miedo y alegría. Ana es una artista independiente, que tiene gusto por la pintura. Es bohemia, vive sola en un departamento monoambiente. Un hogar poco luminoso, con sólo una ventana que da a la calle, y por donde entra la luz de la luna. Hay ropa apilada a un costado de la cama. Un caballete con bastidor y sus materiales de pintura alrededor. Tiene un equipo de música antiguo que es su única compañía hace unos meses.
Ana vuelve a escuchar ese sonido, pero la empieza a perturbar. Minutos antes había encendido el equipo de música y había dejado llenándose la bañera para luego asearse. A medida que la pintura va tomando forma se le cruza una frase en la mente, que nadie entendería, pero iba a quedar gravada para la eternidad: “la fuerza domesticadora de lo pequeño”. La representación en su mente de ese pequeño amor que nunca iba a ser olvidado ni enterrado.
Deja de pintar. Se detiene a descifrar si el sonido proviene de donde cree. Va hacia el equipo de música, aún con el pincel en la mano y baja el volumen. Se pone más nerviosa. Sube el volumen más que antes. Vuelve al cuadro exaltada. Da pinceladas más bruscas y se le cae el pincel al piso. El sonido se vuelve insoportable. Sube el volumen al máximo y se va al baño.
Cierra la canilla de la bañera. Está llena. Vestida se sumerge bajo el agua boca arriba. Lanza un grito ahogado de desesperación. Los ruidos no cesan. Sale de la tina, mareada, y vuelve al Living.
Se cae entrando a esa habitación. Ve el pincel a su costado. Lo mira para tomarlo de un manotazo. Se levanta. Enloquecida va hacia el cuadro y comienza a perforarlo. Bajo la impotencia de no poder callar ese tortuoso sonido de su cabeza, tira el cuadro violentamente al piso. Angustiada se arrodilla y rompe en llanto. Cuando recuerda y mira hacia el montón de ropa donde había ocultado el arma. Deja de llorar y se arrastra a buscarla. La toma. Temblando pero decidida, lleva el arma a su sien. Cierra los ojos y sin dudarlo, dispara. La música se corta. La sangre se escurre entre las maderas del piso y salpica el cuadro de un ángel próximo a volar que yace tirado en el piso.

miércoles, 11 de junio de 2008

Tarjeta de escritorio

"Ningún hierro puede penetrar el corazón con tanta fuerza como un punto colocado en el sitio preciso"
Escrito en el cuento de Isaac Babel "Guy de Maupassant" en relación a la escritura literaria.

Estudio preliminar. Jaime Rest (síntesis).

El cuento tradicional era reconocido por la escritura de anécdotas, ya en la modernidad son historias de invención propia de los autores. Es un “arte personal” cuyo autor se lleva el entero mérito. Debido a una nueva generación individualista.
“Una de las principales observaciones que pudieron extraerse de la índole tradicional que poseyó el cuento hasta el renacimiento fue su naturaleza fáctica”. Este tipo de narración considera dos variedades: lo maravilloso y lo realista. El primero presenta situaciones sobrenaturales (milagros, santificaciones). El segundo se refiere a situaciones de la vida cotidiana.
Pero este cambio del cuento tradicional al moderno se da también por un motivo que es social, el surgimiento de la burguesía y una avanzada secularización. De esta manera, las narraciones, como los cuentos, adquirieron modos nuevos de realización. Se reemplazó la “cualidad fáctica del cuento tradicional” y surgió lo que el autor denomina actitud lírica. Hay un proceso de intervención de lo psicológico, la ambigüedad y la fragmentación.
La preocupación de los autores por un seguimiento de sucesos, en el cuento moderno penetra en la experiencia de la vida misma formando parte de lo social. Generando “dimensiones ilimitadas”

Nota de lector cuentos de Carver.

En el cuento ¿Por qué no bailáis?, el final es desconcertante, no se sabe que pasó con el viejo, a mi parecer el muere, pero también podría ser un sueño, por lo que explica la chica en el final: “El tipo era de edad mediana. Todas sus cosas estaban por allí, en el jardín. No miento. Estábamos trompas y nos pusimos a bailar.” Puede también ser una fantasía de alguien que delira, o ser una situación tan increíble que nadie le cree.
Es interesante notar que el título del cuento forma parte de uno de los diálogos del mismo. Igual sucede con el cuento sucesivo: “De qué hablamos cuando hablamos de amor” dónde los personajes, en una noche de charla y bebida quieren darle respuesta a esta pregunta, y como se puede observar, el amor es algo muy subjetivo, demuestran que hay que sentirlo para saber qué es, todos lo viven de manera diferente. Como le sucedía a Terri, con su ex pareja, que de tanto amarla la lastimaba, y otros como Mel no logran entender esa situación.
Lo que me pasaba mientras leía, es que con la descripción de la caída del sol, y lo que sucedía fuera de la casa, daba la sensación que la ex pareja de Terry estuviera por aparecer en cualquier momento y arruinaría la velada. O por ejemplo Mel se volviera loco de un momento para el otro, como cuando le dicen que se tome una pastilla para la depresión. Y al fin y al cabo quién sabe lo que es amor para hablar de él.
La última narración “Una cosa más” es una pelea entre una pareja que tiene una hija, y al parecer L.D. no hacía nada de su vida y siempre estaba borracho. La noche que Maxine vuelve de trabajar, es la última vez que ella va a aguantar esa situación.
Después de tanta discusión y pelea L.D. se va a ir de la casa, toma sus pertenencias y quiere decir una cosa más, dejando a los lectores expectantes de lo que va a suceder, se termina la historia con un final abierto. Es una situación de la vida real, una página más de la vida de alguien, el final de una relación.
Los dos últimos cuentos tienen la característica de ser parte de una situación real, y al primero (“¿Por qué no bailáis?”) no logré encontrarle el sentido del final.

martes, 10 de junio de 2008

Texto narrativo a partir de memoria de un espacio.

En desierto no llueve.

Semana santa. Cuatro días, recorriendo la provincia de Mendoza, San Juan, La Rioja, Córdoba y Santa Fe.
Que miedo, ya era tarde para andar por esa ruta, llena de badenes y animales sueltos. Era una montaña rusa, subíamos hasta no ver más que el horizonte y de pronto desde esa altura bajábamos hasta el centro de la tierra. La verdad es que estaba asustada. A medida que avanzábamos, nos adentrábamos en la oscuridad de la noche. Era escalofriante, alrededor de la ruta muchas montañas, formando una cadena que no tenía principio ni final. Pero eso no era lo peor, esos relámpagos que se prendían y apagaban, al ritmo de alguna canción de rock pesado. Sí la verdad que daba miedo. Pero no había de qué preocuparse, si en esas zonas no llueve nunca, menos en semana santa, porque hasta sufren de sequías.
La meta era llegar, eso decía la hoja de ruta: “Día viernes, noche en el Valle de la Luna”. Pero ¿se podría acampar allí? Con la oscuridad de la noche me costaba mirar para adelante y fijar la vista, eso que yo no manejaba, no era por la ruta, sino por los animales que sin temor se cruzaban por el camino.
¡Se movió algo! Hasta que le brillaban los ojos. Un caballo, que después de asustarlo con un concierto de bocinas, escapaba al galope alejándose de nosotros para perderse en la oscuridad.
El camino era infinito, y un cártel nos avisaba que más adelante el se haría más angosto, con una pequeña red de cascotes que parecían miguitas de pan, se señalaba le nueva forma de la ruta improvisadamente, porque si se seguía de largo, caíamos a una especie de precipicio de dos o tres metros de profundidad.
¿Cuánto faltaría? ¿Aparecerían extraterrestres? Estaba más asustada por ese tipo de motivos, que porque el camino se ensanchara o achicara, o si lastimábamos a algún animal con el auto.
De pronto después de una curva muy cerrada, se abrió paso hacia nosotros una caravana de luces rojas pertenecientes a otros coches, que nos mostraban la entrada al famoso Valle de la Luna, en la Provincia de San Juan.
Mucha gente, mochileros, extranjeros recorriendo nuestro país, que hablaban en alemán, francés, inglés y nosotros, nuestro primer viaje de tantos kilómetros de recorrido, hacia lugares desconocidos para mí.
Después de un día increíble en Mendoza, detenidos en un camping en la base de una montaña, esa noche posterior acamparíamos en el Valle de la Luna, una reserva natural.
La oscuridad se hacía cada vez más espesa, y se levantaba un viento que no parecía amigable, pero no estábamos asustados por eso, nunca llovía en esas zonas. Armamos bien la carpa, por las dudas que haga frío, comimos lo que sobró del medio día, y nos acostamos a dormir, al otro día sería una jornada muy larga y había que descansar.
En medio de la noche, un viento increíble se despegó sobre nosotros, abrí la carpa para ver el cielo y la tormenta, y mi sorpresa fue notable, estaba en medio de la luna, el piso todo liso y arenoso, como si nunca nadie hubiera caminado por él. La luz azul, como si la luna fuera la última vez que brillara.
Después se largó la lluvia y Hernan que dormía a mis pies cada vez se hundía más en la humedad de la carpa mojada. Me daba gracia porque se había peleado con otro de los chicos para dormir ahí. Y en medio del ruido de la tormenta, un sonido como de un burro que gritaba entre el viento y la lluvia. No sabía si estaba soñando o era real. Al otro día y después de tanta agua, supimos que sería una anécdota inolvidable, y que aunque sea zona de sequía llueve cuando quiere. Ahora bien, ¿había bajado un burro de la montaña, o era un extraterrestre?

Notas de lector cuentos de Salinger


Voy a hacer referencia al cuento de Salinger “Un día perfecto para el pez banana”, que se encuentra en el libro “Nueve cuentos” del mismo autor.
Me resultó de fácil lectura, pero lo más gratificante es que me gustó leerlo, le encontré mucho sentido tanto al título, como al final, en relación a la historia 2 de Piglia.
El cuento empieza con un diálogo bastante extenso entre Muriel y su madre. En el mismo se dejan entrever algunas situaciones que nos dan una idea del posible final, resultado también de la muy buena descripción de los contextos, por ejemplo cuando describe muy irónicamente a Muriel: “No era una chica a la que una llamada telefónica le produjera gran efecto. Se comportaba como si el teléfono hubiera estado sonando constantemente desde que alcanzó la pubertad”.
En este primer diálogo se puede denotar que Seymur es una persona que fue a la guerra, que volvió y está mal, como les sucedió a muchos cuando por ejemplo fueron a Vietnam o la guerra del Golfo, se puede adaptar a cualquiera de éstas. Pero lo más escalofriante y que forma parte de la segunda historia es que supuestamente, por lo que dijo la madre de Muriel, Seymur actúa de manera extraña, pero no se sabe qué es lo que pasa, se hace referencia a unos árboles, al sillón de la abuela, y esa marca que lo va a acompañar de por vida: el tatuaje, la marca de la guerra, pero no se dice explícitamente qué pasa.
Cuando se pasa a la escena contigua, Seymur está en la playa tomando sol y habla con una niña: Sybil, pero no es un simple diálogo, porque da la impresión de que algo le va a suceder a la niña, pero al contrario, creo que es ella a la única persona que Seymur le dice lo que realmente le pasa, reflejándose él mismo como un pez banana, los que: “entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos ¿Sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos (…) Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta.” Bueno y finalmente se mueren. Para mí esta escena de Seymur con la niña en el agua, es la muestra de que él está en un pozo, provocado por la guerra y que finalmente va a terminar con su suicidio. Esta es la historia dos.
La historia uno, la explícita es esa luna de miel que están viviendo Muriel y Seymur.
En “El hombre que ríe”, se da la historia de un niño que viaja con un grupo de amigos, haciéndose conocidos como el Club de comanches, una especie de grupo scout. Es la historia vista desde la perspectiva de un niño, y tanto la historia uno como la dos se afectan al mismo tiempo. La situación vivida en ese viaje es la representación de la iniciación de una nueva etapa en su vida.
La istría de “el hombre que ríe”, como dice él en el cuento, “era la historia adecuada para un comanche”, entonces se puede manifestar algunas dudas que tienen que ver con su final, ¿Es el hombre que ríe, era el mismo jefe?

Notas de lector cuentos de Walsh


Qué interesante que tanto a mis compañeros como a mí la lectura de “Fotos” nos produjera sensaciones encontradas. Lo cierto es que desde un comienzo no entendí la forma de escritura, una mezcla entre citas y recortes (síntesis), lecciones orales escolares y cartas, géneros distintos y variantes del discurso, a veces no respetando signos de puntuación o de tiempo, son escenas de la vida misma. Tuve que leerlo muchas veces para entender de qué se trataba, hasta encontrarle el código, pero al fin logró su efecto y me gustó.
De la deducción que se puede lograr hacer es una obra que está ambientada en el final de la década infame de los años ´30. Primero por lo que dice el padre, siempre está anhelando aquella época en que fue senador provincial. Por toro lado siempre hacen presente su situación de grandes terratenientes como discurso de una clase social.
Como hablamos en clase, la forma del texto se la debe al título, son fragmentos de la vida de Mauricio en un pueblo que lo vio crecer, irse y volver para progresar. Como un álbum fotográfico de su vida. Dedicarse al arte, desde su punto de vista, donde todo lo que lo rodea es arte, y lo que usa para vivir son esas fotos de “chicas de primera comunión”, muy discutidas con el negro, que tenía una visión distinta sobre el tema. Para Jacinto el arte era el de alta cultura, no la utilización de un artefacto mecánico que hace todo el trabajo. (A esto hace referencia Benjamin cuando escribe sobre “la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” y la desaparición de las grandes obras de arte a partir de las nuevas tecnologías)
Hay que prestar atención a la descripción de ambientes, porque por ejemplo cuando retrata la laguna en dónde se juntaban a jugar y hacer travesuras tanto Jacinto como Mauricio, nos está adelantando, pero eso en la historia no dicha (esa segunda historia a la que hace referencia Piglia), que es un lugar importante para el desenvolvimiento de los hechos, como es la muerte fotografiada por sí mismo de Mauricio. Cómo decía Piglia hay dos historias, una es la que se cuenta y la otra está presente en lo que no se dice, en las elipsis, en un relato secreto. En el caso de “fotos” una es la vida de Mauricio a través de cartas , tanto de la hermana del negro, como de diálogos o lecciones orales, y la otra, su vida y relación con Mauricio, que va a ser la causa de su suicidio, después de su traición con la mujer que quiere, finalmente la fotografía, tan protagonista a lo largo de la historia que le va a dar el cierre y sentido a una parte del título: el casamiento de Paulina y Jacinto Tolosa, es publicado en el diario zonal y la fotografía es tomada por “Foto Ordóñez” el dueño del estudio de fotografía.
La narración leída posteriormente es “los oficios terrestres”, que está muy relacionado a la vida real del autor. Según lo que vimos en clase son los recuerdos que tiene Walsh de su colegio de la infancia. Lo más llamativo es que respeta tal cuál es el orígen espacial del cuento o mejor dicho de la situación que formó parte de su realidad. Es impactante saber que existe ese lugar y se puede recorrer de la misma manera que walsh lo vivió.
La tristeza que llega después de una gran reunión festiva y alegre. Es esa basura la que representa toda la festividad que se vivió y ya no se va a repetir. Que todo tiene un final. Aquí las dos historias se manifiestan de la misma manera, el hecho de tener que reconstruir toda esa tristeza provocada por el recorrido hasta tirar la basura, hay que sentirla o tratar de representarla. Es ésta la que forma parte de la segunda historia a la que se refiere Piglia. La gran parte de sensaciones que no se representan de manera explícita en la historia, ya que en ella, como dice Hemingway con la teoría del iceberg, sólo aparecen las impresiones que son sólo un diez por ciento de lo que realmente se quiere mostrar.
En “Esa mujer” un texto muy cargado políticamente, reconocido no oficialmente como parte de un documento periodístico muy importante sobre Eva Perón, que no llegó a serlo. Ha sido elegido como el mejor relato de la historia de la literatura argentina.
Es una persona que está tratando de descifrar la ubicación del cuerpo de esa mujer, que es sin duda Eva Perón, nunca nombrada explícitamente podríamos decir que estamos hablando de la segunda historia de Piglia, donde lo más importante no es nombrado. Y ese militar, de feo aspecto en su forma de ser y actuar, deja a nuestra imaginación su verdadera identidad. Porque estaríamos en presencia de una denuncia periodística, pero en ningún momento llega a serlo, porque sigue trabajando con la elipsis hasta el final.

Nota publicada en Página 12 del 2001

¿Qué va a ser de ti?

En el año 2000, en La Habana, Ricardo Piglia dio una conferencia llamada “Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades)” en la que se propuso contestar la pregunta que dejó planteada Italo Calvino: ¿qué va a pasar con la literatura en el futuro? Este texto acaba de ser publicado por el Fondo de Cultura Económica junto con otra conferencia de León Rozitchner sobre la ciudad (Mi Buenos Aires Querida). A continuación, se reproduce un fragmento de la conferencia de Piglia en el que intenta responder a esta pregunta a través de la obra de Rodolfo Walsh, el destino del cadáver de Eva Perón y la necesidad de hablar claro cuando el lenguaje de la economía no se quiere hacer entender.

POR RICARDO PIGLIA

El título de esta charla viene, por supuesto, de un libro del escritor italiano Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio, una serie de conferencias que Calvino preparó en 1985 y que no llegó a leer. Calvino se planteaba un interrogante: ¿qué va a pasar con la literatura en el futuro? Y partía de una certeza: mi fe en el porvenir de la literatura, señalaba Calvino, consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura con sus medios específicos puede brindar. Entonces, enumeraba algunos valores o algunas cualidades propias de la literatura que sería deseable que persistieran. Para hacer posible una mejor percepción de la realidad, una mejor experiencia con el lenguaje. Y para Calvino esos puntos de partida eran la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad; en realidad las seis previstas, quedaron reducidas a cinco propuestas, que son las que se encontraron escritas.Y yo he pensado entonces para conversar con ustedes partir de esa cuestión que plantea Calvino y preguntarme cómo podríamos nosotros considerar ese problema desde Hispanoamérica, desde la Argentina, desde Buenos Aires, desde un suburbio del mundo. Cómo veríamos nosotros este problema del futuro de la literatura y de su función. No cómo lo ve alguien en un país central con una gran tradición cultural. Cómo vería ese problema un escritor argentino, cómo podríamos imaginar los valores que pueden persistir. ¿Qué tipo de uso podríamos hacer de esta problemática? ¿Cómo nos plantearíamos ese problema nosotros, hoy? El país de Sarmiento, de Borges, de Sara Gallardo, de Manuel Puig. ¿Qué tradición persistirá, a pesar de todo? Y arriesgarse a imaginar qué valores podrán preservar es, de hecho, ya un ejercicio de imaginación literaria, una ficción especulativa, una suerte de versión utópica de “Pierre Menard, autor del Quijote”. No tanto cómo reescribiríamos literalmente una obra maestra del pasado sino cómo reescribiríamos imaginariamente la obra maestra futura.Nos planteamos entonces ese problema desde el margen, desde el borde de las tradiciones centrales, mirando al sesgo. Y este mirar al sesgo nos da una percepción, quizás, diferente, específica. Hay cierta ventaja, a veces, en no estar en el centro. Mirar las cosas desde un lugar levemente marginal. Qué óptica tendríamos nosotros para plantear este problema, cuáles podrían ser esos valores propios de la literatura que van a persistir en el futuro.
Para empezar a plantearnos la cuestión de cuáles serían esas propuestas y por dónde empezar, me gustaría comenzar con un relato de Rodolfo Walsh e incluso con su figura, que para muchos de nosotros funciona como una síntesis de lo que sería la tradición de la política hoy en la literatura argentina: por un lado un gran escritor y al mismo tiempo alguien que, como muchos otros en nuestra historia, llevó al límite la noción de responsabilidad civil del intelectual.Comenzó escribiendo cuentos policiales a la Borges y escribió uno de los grandes textos de literatura documental de Hispanoamérica: Operación Masacre. Paralelamente escribió una extraordinaria serie de relatos cortos y por fin desde la resistencia clandestina a la dictadura militar, escribió y distribuyó el 24 de marzo de 1977 ese texto único que se llama “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, que es una diatriba concisa y lúcida. Fue asesinado al día siguiente en una emboscada que le tendió un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Su casa fue allanada y sus manuscritos fueron secuestrados y destruidos por la dictadura.Y, entonces, me pareció que sería productivo analizar algunas de las prácticas y de las experiencias de Walsh para ver si podemos inferir algunos de estos puntos de discusión sobre el futuro de la literatura y también sobre las relaciones entre política y literatura.Quisiera, para empezar partir de un relato de Walsh, muy conocido, un relato sobre Eva Perón que se llama “Esa mujer”, escrito en 1963. Y tomaré ese relato por un dato circunstancial que no es importante en sí mismo,pero es significativo, creo, de un estado del debate sobre nuestra literatura. Este relato, en una encuesta que se ha hecho hace poco en Buenos Aires entre un grupo amplio de escritores y de críticos, ha sido elegido como el mejor relato de la historia de la literatura argentina. Por encima de cuentos de Borges, de Cortázar, de Horacio Quiroga, de Silvina Ocampo.Nosotros no tenemos mucha confianza en ese tipo de elección democrática respecto a los valores de la literatura, la literatura tiene una lógica que no siempre es la lógica del consenso: no necesariamente cuando se vota y se elige algo, quiere decir que eso pueda ser considerado mejor. Pero, de todas maneras me parece importante el sentido simbólico que tiene el hecho de que se haya elegido ese cuento de Walsh. Me parece que es un dato de lo que está pasando hoy en nuestra literatura. No importa si hay cuentos mejores o no, si es arbitrario ese sistema. Me parece que condensa un elemento importante, cierto registro mínimo de cómo se está leyendo la literatura argentina en este momento. Porque quizás hubiera sido imposible imaginar hace un tiempo que ese cuento de Walsh fuera elegido como el mejor. Hay entonces un consenso, un cierto sentido común general sobre los valores literarios de la obra de Walsh.Y quizá podemos partir de ahí. Preguntarnos en qué consistiría ese valor que condensa, digamos, la mejor tradición de la literatura y convierte a ese relato en una sinécdoque de nuestra literatura, en una condensación extrema. Y ver si existe ahí la posibilidad de inferir algún signo de estado de la literatura en el porvenir o al menos inferir una de estas propuestas futuras.El cuento “Esa mujer” narra la historia de alguien que está buscando el cadáver de Eva Perón, que está tratando de averiguar dónde está el cadáver de Eva Perón y habla con un militar que ha formado parte de los servicios de inteligencia del Estado. Y la investigación de este intelectual, el narrador, un periodista que está ahí negociando, enfrentando a esta figura que concentra el mundo del poder, tratando de ver si puede descifrar el secreto que le permita llegar al cuerpo de Eva Perón, con todo lo que supone encontrar ese cuerpo, encontrar a esa mujer que encarna toda una tradición popular, porque, digamos, encontrar ese cadáver tiene un sentido que excede el acontecimiento mismo, esa busca, entonces, es el motor de la historia.Y el primer signo de la poética de Walsh es que Eva Perón no está nunca nombrada explícitamente en el relato. Está aludida, por supuesto, todos sabemos que se habla de ella, pero aquí Walsh practica el arte de la elipsis, el arte de iceberg a la Hemingway. Lo más importante de una historia nunca debe ser nombrado, hay un trabajo entonces muy sutil con la alusión y con el sobreentendido que puede servirnos, quizá, para inferir algunos de estos procedimientos literarios (y no sólo literarios) que podrían persistir en el futuro. Esa elipsis implica, claro, un lector que restituye el contexto cifrado, la historia implícita, lo que se dice en lo no dicho. La eficacia estilística de Walsh avanza en esa dirección: aludir, condensar, decir lo máximo con la menor cantidad de palabras.Por otro lado, a la posición de ese letrado, de este intelectual que en el relato de Walsh se enfrenta con un enigma de la historia, la podríamos asimilar con la situación narrativa básica del que para muchos ha sido el relato fundador de la literatura argentina, “El matadero”, el texto de Echeverría (escrito en 1838) que, como ustedes recuerdan, es también la historia de un letrado que se confronta con el Otro puro, encuentra a los bárbaros, a las masas salvajes del rosismo.Esta confrontación que ha sido contada con matices y vaivenes a lo largo de la literatura argentina (Borges, por supuesto ha contado su versión de este choque en “La fiesta del monstruo” y Cortázar lo ha narrado en “Las puertas del cielo”) encuentra un punto de viraje en “Esa mujer”. Hay una continuidad entre “El matadero” y “Esa mujer” pero hay también una inversión. Antes que nada la continuidad de cierta problemática: es elintelectual puesto en relación con el mundo popular. Podríamos decir que “El matadero” de Echeverría postula una posición paranoica respecto a lo que viene de ahí, porque lo que viene de ahí es la violación, la humillación y la muerte. Es la tensión entre civilización y barbarie; este unitario vestido como un europeo que llega al matadero en el sur, por la zona de Barracas y es atrapado por los mazorqueros, narra bien lo que sería la percepción alucinada y sombría que un intelectual como Echeverría tiene del mundo popular. Como ve él esa tensión entre el intelectual y las masas. De qué manera está percibiendo esa relación entre el letrado y el otro. Es una amenaza, un peligro, una trampa salvaje. Uno puede encontrar eso también en Sarmiento, naturalmente. Podríamos decir que hay una gran tradición en la literatura argentina que percibe una relación de enfrentamiento y de terror extremo.Y sin embargo, yo creo que el gran mérito de Echeverría es que Echeverría supo captar la voz del otro, el habla popular ligada a la amenaza y al peligro. Estaba por supuesto tratando de denunciar ese universo bajo, de pura barbarie, enfrentado con el refinamiento y con la educación del héroe. Pero el lenguaje que recrea al intelectual unitario es un lenguaje alto, literario, retórico que ha envejecido muchísimo. Mientras que el lenguaje que se usa para representar al otro, al monstruo, es un lenguaje muy vivo, que persiste y abre una gran tradición de representación de la voz y de la oralidad. (De hecho es la primera vez en la literatura argentina que aparece el voseo.) Habría entonces una verdad implícita en el uso y la representación del lenguaje que iría más allá de las decisiones políticas del escritor y de los contenidos directos de la historia que se narra. Un efecto de la representación que le abre paso a la voz popular y fija su tono y su dicción.Entonces, se podría pensar que esta tensión entre el mundo del letrado -el mundo intelectual– y el mundo popular –el mundo del otro– visto en principio de un modo paranoico pero también con fidelidad a ciertos usos de la lengua, está en el origen de nuestra literatura y que el relato de Walsh redefine esa relación. Podríamos decir que, para Walsh, Eva Perón, que condensaría ese universo popular, la tradición popular del peronismo lógicamente aparece primero como un secreto, como un enigma que se trata de develar pero también como un lugar de llegada. “Si yo encontrara a esa mujer ya no me sentiría solo”, se dice en el relato. Ir al otro lado, cruzar la frontera ya no es encontrar un mundo de terror, sino que ir al otro lado permite encontrar en ese mundo popular, quizás, un universo de compañeros, de aliados.Y en un sentido, podríamos decir que este relato de Walsh, escrito en una época muy anterior a las decisiones políticas de Walsh. El sentido múltiple cifrado en el cuerpo perdido de Eva Perón anticipa, quiero decir, las decisiones políticas de Walsh, podría ser leído casi como una alegoría que anticipa la fascinación por el peronismo. El sentido múltiple cifrado en el cuerpo perdido de Eva Perón anticipa, quiero decir, las decisiones políticas de Walsh, su incorporación a Montoneros, su conversión al peronismo.Este relato condensa esa tensión y dice entonces algo más de lo que dice literalmente. El intelectual, el letrado, no solamente dice el mundo bárbaro y popular como adverso y antagónico, sino también como un destino, como un lugar de fuga, como un punto de llegada. Y en el relato todo se condensa en la busca ciega del cadáver ausente de Eva Perón.
En definitiva, la literatura actúa sobre un estado del lenguaje. Quiero decir que para un escritor lo social está en el lenguaje. Por eso si en la literatura hay una política, se juega ahí. En definitiva la crisis actual tiene en el lenguaje uno de sus escenarios centrales. O tal vez habría que decir que la crisis está sostenida por ciertos usos del lenguaje. En nuestra sociedad se ha impuesto una lengua técnica, demagógica, publicitaria (y son sinónimos) y todo lo que no está en esa jerga quedafuera de la razón y del entendimiento. Se ha establecido una norma lingüística que impide nombrar amplias zonas de la experiencia social y que deja fuera de la inteligibilidad la reconstrucción de la memoria colectiva. En The Retoric of Hitler’s Battle, escrito en 1941, el crítico Keneth Burke ya hacía ver que la gramática del habla autoritaria conjuga los verbos en un presente despersonalizado que tiende a borrar el pasado y la historia. El Estado tiene una política con el lenguaje, busca neutralizarlo, despolitizarlo y borrar los signos de cualquier discurso crítico. El Estado dice que quien no dice lo que todos dicen es incomprensible y está fuera de su época. Hay un orden del día mundial que define los temas y los modos de decir: los mass media repiten y modulan las versiones oficiales y las construcciones monopólicas de la realidad. Los que no hablan así están excluidos y ésa es la noción actual de consenso y de régimen democrático.Quizá el discurso dominante en este sentido sea el de la economía. La economía de mercado define un diccionario y una sintaxis y actúa sobre las palabras; define un nuevo lenguaje sagrado y críptico, que necesita de los sacerdotes y los técnicos para descifrarlo y traducirlo y comentarlo. De este modo se impone una lengua mundial y un repertorio de metáforas que invaden la vida cotidiana.Los economistas buscan controlar tanto la circulación de las palabras como el flujo del dinero. Habría que estudiar la relación entre los trascendidos, las medias palabras, las filtraciones, los desmentidos, las versiones por un lado y las fluctuaciones de los valores en el mercado y en la bolsa por el otro. Hay una relación muy fuerte entre lenguaje y economía. En ese contexto escribimos y por lo tanto la literatura lo que hace (en realidad lo que ha hecho siempre) es descontextualizar, borrar la presencia persistente de ese presente y construir una contrarrealidad. Cada vez más los mejores libros actuales (los libros de Roberto Raschella, de Rosa Chacel, de Clarice Lispector o de Juan Gelman) parecen escritos en una lengua privada. Paradójicamente la lengua privada de la literatura en el rastro más vivo del lenguaje social.Quiero decir que la literatura está siempre fuera de contexto y siempre es inactual; dice lo que no es, lo que ha sido borrado; trabaja con lo que está por venir. Funciona como el reverso puro de la lógica de la realpolitik. La intervención política de un escritor se define antes que nada en la confrontación con estos usos oficiales del lenguaje.Los escritores han llamado siempre la atención sobre las relaciones entre las palabras y el control social. En su explosivo ensayo “Politics and the English Lenguage” de 1947 George Orwell analizaba la presencia de la política en las formas de la comunicación verbal: se había impuesto la lengua instrumental de los funcionarios policiales y de los tecnócratas, el lenguaje se había convertido en un territorio ocupado. Los que resisten hablan entre sí en una lengua perdida. En el trabajo de Orwell, se ven condensadas muchas de las operaciones que definen hoy el universo del poder. Pasolini por su lado ha percibido de un modo extraordinario este problema en sus análisis de los efectos del neocapitalismo en la lengua italiana. Juan Goytisolo ha escrito palabras luminosas sobre las tradiciones lingüísticas que se entreveran y persisten en medio de las ciudades perdidas. No me parece nada raro entonces que el mayor crítico de la política actual (uno de los pocos intelectuales realmente críticos en la política actual) sea Chomsky: un lingüista es por supuesto el que mejor percibe el escenario verbal de la tergiversación, la inversión, el cambio de sentido, la manipulación y la construcción de la realidad que definen el mundo moderno.Tal vez los estudios literarios, la práctica discreta y casi invisible de la enseñanza de la lengua y de la lectura de textos pueda servir de alternativa y de espacio de confrontación en medio de esta selva oscura. Un claro en el bosque. Hay una escisión entre la lengua pública, la lengua de los políticos en primer lugar y los otros usos del lenguaje que extravían y destellan, como voces lejanas, en la superficie social. Se tiende a imponer un estilo medio –que funciona como un registro de legitimidad y de comprensión– que es manejado por todos los que hablan en público. La literatura está enfrentada directamente con esos usos oficiales de la palabra y por supuesto su lugar y su función en la sociedad son cada vez más invisibles y restringidos. Cualquier palabra crítica sufre las consecuencias de esa tensión, se le exige que reproduzca ese lenguaje cristalizado, con el argumento de que eso la haría accesible. De ahí viene la idea de lo que es comprensible. O sea, es comprensible todo lo que repite aquello que todos comprenden, y aquello que todos comprenden es lo que reproduce el lenguaje que define lo real tal cual es.En momentos en que la lengua se ha vuelto opaca y homogénea, el trabajo detallado, mínimo, microscópico de la literatura es una respuesta vital: la práctica de Walsh, para volver a él, ha sido siempre una lucha contra los estereotipos y las formas cristalizadas de la lengua social. En ese marco definió su estilo, un estilo ágil y conciso, muy eficaz, siempre directo, uno de los estilos más notables de la literatura actual. “Ser absolutamente diáfano” es la consigna que Walsh anota en su Diario como horizonte de su escritura.La claridad sería entonces la otra propuesta para el futuro que quizás podemos inferir, como las anteriores, de esa experiencia con el lenguaje que es la literatura. La claridad como virtud. No porque las cosas sean simples, eso es la retórica del periodismo: hay que simplificar, la gente tiene que entender, todo tiene que ser sencillo. No se trata de eso, se trata de enfrentar una oscuridad deliberada, una jerga mundial. Una dificultad de comprensión de la verdad que podríamos llamar social, cierta retórica establecida que hace difícil la claridad. “A un hombre riguroso le resulta cada año más difícil decir cualquier cosa sin abrigar la sospecha de que miente o se equivoca”, escribía Walsh. Consciente de esa dificultad y de sus condiciones sociales, Walsh produjo un estilo único, flexible e inimitable que circula por todos sus textos y por ese estilo lo recordamos. Una estilo hecho con los matices del habla y la sintaxis oral, con gran capacidad de concentración y de concisión. Walsh fue capaz “de decir instantáneamente lo que quería decir en su forma óptima”, para decirlo con las palabras con las que definía la perfección del estilo.El trabajo con el lenguaje de Walsh, su conciencia del estilo, nos acerca, y lo acerca, a las reflexiones de Brecht. En Cinco dificultades para escribir la verdad, Brecht define algunos de los problemas que yo he tratado de discutir con ustedes. Y las resume en cinco tesis referidas a las posibilidades de transmitir la verdad. Hay que tener, decía Brecht, el valor de escribirla, la perspicacia de descubrirla, el arte de hacerla manejable, la inteligencia de saber elegir a los destinatarios. Y sobre todo la astucia de saber difundirla.

Texto a partir de consigna ritmo.



Agua
Objeto: Cascada

A partir de la lectura de “Bing” de Samuel Beckett se hizo una consigna de una narración rítmica, y este fue mi resultado:

Ama agua fresca y libre caída. Caída azul y blanca agua fresca. Fresca cara libre en caída mala. Mala corriente azul y blanca monta verano. Verano caluroso en espumosa fresca agua. Agua habalda permanente moja. Moja corriente azul y blanca espumosa. Espumosa caída fuerza tonta atada azul y blanca. Azul y blanca nada en caída libre. Libre hada nada contra corriente fuerza ruidosa. Ruidosa altura hablada corriente. Corriente azul y blanca amada agua permanente. Permanente caída libre fresca espumosa agua azul y blanca.

viernes, 6 de junio de 2008

Tesis sobre el cuento. Ricardo Piglia

La primera tesis, y creo que la más importante de ellas es: “el cuento siempre cuenta dos historias”. Esta tesis plantea que en un cuento hay dos historias, una es la explicita, la que leo y la otra está entre líneas, siempre está presente en todo. Se la lee desde el comienzo al final del cuento, pero sólo es en el fin cuando nos damos cuenta de que estaba. Es como una historia dentro de una historia. Con Respecto a esto, es muy difícil empezar a escribir y que desde un primer momento se logre este efecto de “doble cuento”, o mejor dicho, mantener esta tensión de suspenso en relación a esa segunda historia que no se lee y, que al final logra un efecto sorpresa. Es esa segunda historia la que nos deja pensando en el cuento que se leyó. Cómo es posible armar un acontecimiento que en simultáneo esté contando dos cosas distintas, o que todo tenga un doble sentido.
“La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso (…) lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.” Pero no todos los autores son iguales y escriben con las mismas técnicas. Algunos nunca resuelven la segunda historia, y el autor puede imaginarse cualquier fin, o ninguno, o puede ser un fin ambiguo y sin sentido. Qué bueno que el lector se quede pensando en el final y pueda debatirse cómo le gustaría que terminara un cuento.
Cómo se puede lograr mantener dos códigos diferentes durante la escritura de un mismo cuento, qué interesante esa acción de grandes escritores de manejarlo con tanta fluidez (o por lo menos es lo que parece en sus lecturas).
Qué importante el aporte de cada autor y como Piglia los hace dialogar de alguna manera con “sus cuadernos de notas Chéjov registra esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida».” Dice que “sería narrada por Kafka en primer plano y con toda naturalidad. Lo terrible estaría centrado en la partida, narrada de un modo elíptico y amenazador.” O sería contada por Borges como “el relato del suicidio sería una historia construida con la duplicidad y la condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino.” Es difícil como lector lograr encontrar el método de trabajo de cada autor, está bien desarrollado en las tesis del cuento de Piglia. Pero al ver tantos ejemplos de cuentos entiendo la mucha lectura que me falta al respecto para entender óptimamente que quiere explicar Piglia.
De alguna manera nos está diciendo que se narra ocultando, pero no información, sino dándola implícitamente, como en las películas de suspenso se asombra al espectador al final. Produce que el leedor sea crítico, que entienda las dos historias, esto se logra con una buena lectura, no es fácil.
Mientras escribía esto pensaba en la Dictadura militar de la Argentina, y se me ocurría que este género como muchos otros lograban filtrarse entre las revisiones de los militares entre lo que estaba permitido y lo que no leer en esos tiempos. No es por un tema de aminorar a esta gente que tan mal le hizo a nuestro país, pero entiendo que en su estructura tan cerrada no lograban entender bien muchas cosas (música, libros, cuadros, en sí todas las artes) producidas por intelectuales importantes. Por eso también fue inevitable mantener a la sociedad callada para toda la vida. Aunque su función la cumplieron bastante bien, no fue suficiente. Creo que este tipo de escritura es también lo que mantiene vivo el entendimiento crítico de situaciones que no pueden ser mostradas o contadas tan abiertamente.
Leer este tipo de texto sirve para ubicarnos como escritores en una idea de lo que el género nos permitiría alcanzar.