Tuve muchos problemas para concebir mis crónicas, no sólo por la de Walsh sino que también me costó muchísimo la del Garrahan.
Con mis compañeras hablábamos de esta especie literaria y en particular mi problema se daba en el orden cronológico de sucesos. No sabía si el resultado de lo que hacía era una crónica, había descripciones, citas de entrevistas o por lo menos de comentarios, imágenes, aspectos escritos desde comparaciones y los usos más literarios. Características que se repetían en los distintos textos leídos. “Nadie te puede decir que eso no es una crónica, si nadie sabe lo qué es una crónica”, Este comentario de un integrante de mi grupo me causó mucha gracia, pero al mismo tiempo también tenía algo de razón. ¿Qué era una crónica? Los autores recopilados para la “Argentina Crónica” definían a su modo de ver el género, que por cierto ninguno coincidía el cien por ciento; Ulibarri retomaba muchos aspectos de la crónica utilizando métodos más bien literarios y de orden (me refiero a orden en sentido de cómo ordenar el texto: entradas, bloques, finales, cierres), ninguno de los resultados puede ser objetivo, la crónica es sumamente subjetiva, es la mirada de una persona sobre el mundo, es una vuelta más a los textos periodísticos como la entrevista; Amar Sánchez lo analiza desde la crítica y defensa de autores muy conocidos. Tom Wolfe lo razona como hacer periodismo “igual que una novela”, escribiendo artículos fieles a la realidad, “se aplican técnicas de ficción a sucesos reales”, no es muy difícil darse cuenta que a partir de aquí emerge ese término del género: non-ficción.
Cuando leía estos textos de referencia pensaba en la novela, un género totalmente atrapante que busca mantener a uno en suspenso de capítulo en capítulo. Es una técnica interesante, que permite la participación del lector. En la crónica también se produce este efecto pero creo que es más bien logrado por el recorte temático, muchas veces el autor precisa tomar decisiones sobre qué caracterizar como ambiente, que en más de un caso son paisajes de la vida diaria donde uno ya no presta tanta atención. Eso hace la crónica, muestra aspectos e imágenes que pueden ser tan cotidianos que son invisibles a nuestros ojos. Más interesante se vuelve cuando son reproducción de hechos reales. Eso hace que te movilice lo que estás leyendo y no quede en una simple historia y nada más.
Mientras transcurría esta etapa de segundo bloque, alguien dijo sobre el lenguaje de la crónica que era más coloquial. Y esto es cierto, se acerca más a lo entendible de uno, desde mi punto de vista eso tiene que ver con la construcción del espectador-lector. El autor se construye un modelo de lector. Es importante dónde se publique también.
Un género incluyente, porque es su construcción la que permite la integración del espectador. El autor muestra a través de la literatura atmósferas, situaciones y hasta lo que él piensa con la inclusión de la primera persona. Otro aspecto más progresivo que el que permite el género periodístico.
La crónica es el equilibrio entre el periodismo y la literatura o paralelamente entre realismo e imaginación, la mezcla entre lo “alto y lo “bajo”, algo que es bueno y permite la igualdad, cualquiera que sepa leer puede entender una crónica. Esto permite que los lectores sean atrapados por la lectura, la literatura es linda en todas sus formas, más en este sentido si es real. Por eso la extensión de sus textos, las notas periodísticas son bastantes acotadas y elementales, en la crónica se da todo lo contrario.
Este género es completo, es todo en uno, no tiene límites, no omite nada, para su producción se cuenta con investigación, entrevistas; todo narrativizado.
Lo que aparece bien expuesto en el texto de Amar Sánchez son las críticas al género que lo llaman “género impuro”, porque no saben si es arte o periodismo, y lo dejan situado en un espacio impreciso. Entonces por qué los críticos se preocupan tanto por ubicarlo en un área demarcada y no se preocupan por las impresiones que genera, los beneficios. Pero por otro lado, es difícil determinar la autenticidad de las fuentes, y es por este lado que brotan las críticas.
Para realizar la crónica del Garrahan tuve que delimitar las áreas o subproblemas a trabajar, haciendo una especie de mapa conceptual y relacionando una trama con otra. Para la escritura tomé como patrón a Ulibarri; dividí al texto en bloques separándolo por subtítulos. Me basé especialmente en la crónica “No tan Buenos Aires” del libro “La Argentina Crónica” por la metodología de escritura: los subtítulos, la división de temas, quise lograr también, lo impactante de las descripciones de ambientes, pero eso tenía más que ver con la capacidad literaria del autor, que no tengo. Utilicé el tiempo verbal pasado. En un punto me puse ambiciosa y quise hacer un estilo que se pareciera al de Walsh, en este punto no creo que nadie lo logre, su forma de narrar, tan envolvente y atrapante es difícil de alcanzar, o por lo menos por mí
El resultado es de mi agrado. Me gustó trabajar con este género, me permitió más libertades que otros. Con el periodístico por ejemplo hay que tratar de mantener la objetividad, expectativas que me cuesta cumplir.
Con mis compañeras hablábamos de esta especie literaria y en particular mi problema se daba en el orden cronológico de sucesos. No sabía si el resultado de lo que hacía era una crónica, había descripciones, citas de entrevistas o por lo menos de comentarios, imágenes, aspectos escritos desde comparaciones y los usos más literarios. Características que se repetían en los distintos textos leídos. “Nadie te puede decir que eso no es una crónica, si nadie sabe lo qué es una crónica”, Este comentario de un integrante de mi grupo me causó mucha gracia, pero al mismo tiempo también tenía algo de razón. ¿Qué era una crónica? Los autores recopilados para la “Argentina Crónica” definían a su modo de ver el género, que por cierto ninguno coincidía el cien por ciento; Ulibarri retomaba muchos aspectos de la crónica utilizando métodos más bien literarios y de orden (me refiero a orden en sentido de cómo ordenar el texto: entradas, bloques, finales, cierres), ninguno de los resultados puede ser objetivo, la crónica es sumamente subjetiva, es la mirada de una persona sobre el mundo, es una vuelta más a los textos periodísticos como la entrevista; Amar Sánchez lo analiza desde la crítica y defensa de autores muy conocidos. Tom Wolfe lo razona como hacer periodismo “igual que una novela”, escribiendo artículos fieles a la realidad, “se aplican técnicas de ficción a sucesos reales”, no es muy difícil darse cuenta que a partir de aquí emerge ese término del género: non-ficción.
Cuando leía estos textos de referencia pensaba en la novela, un género totalmente atrapante que busca mantener a uno en suspenso de capítulo en capítulo. Es una técnica interesante, que permite la participación del lector. En la crónica también se produce este efecto pero creo que es más bien logrado por el recorte temático, muchas veces el autor precisa tomar decisiones sobre qué caracterizar como ambiente, que en más de un caso son paisajes de la vida diaria donde uno ya no presta tanta atención. Eso hace la crónica, muestra aspectos e imágenes que pueden ser tan cotidianos que son invisibles a nuestros ojos. Más interesante se vuelve cuando son reproducción de hechos reales. Eso hace que te movilice lo que estás leyendo y no quede en una simple historia y nada más.
Mientras transcurría esta etapa de segundo bloque, alguien dijo sobre el lenguaje de la crónica que era más coloquial. Y esto es cierto, se acerca más a lo entendible de uno, desde mi punto de vista eso tiene que ver con la construcción del espectador-lector. El autor se construye un modelo de lector. Es importante dónde se publique también.
Un género incluyente, porque es su construcción la que permite la integración del espectador. El autor muestra a través de la literatura atmósferas, situaciones y hasta lo que él piensa con la inclusión de la primera persona. Otro aspecto más progresivo que el que permite el género periodístico.
La crónica es el equilibrio entre el periodismo y la literatura o paralelamente entre realismo e imaginación, la mezcla entre lo “alto y lo “bajo”, algo que es bueno y permite la igualdad, cualquiera que sepa leer puede entender una crónica. Esto permite que los lectores sean atrapados por la lectura, la literatura es linda en todas sus formas, más en este sentido si es real. Por eso la extensión de sus textos, las notas periodísticas son bastantes acotadas y elementales, en la crónica se da todo lo contrario.
Este género es completo, es todo en uno, no tiene límites, no omite nada, para su producción se cuenta con investigación, entrevistas; todo narrativizado.
Lo que aparece bien expuesto en el texto de Amar Sánchez son las críticas al género que lo llaman “género impuro”, porque no saben si es arte o periodismo, y lo dejan situado en un espacio impreciso. Entonces por qué los críticos se preocupan tanto por ubicarlo en un área demarcada y no se preocupan por las impresiones que genera, los beneficios. Pero por otro lado, es difícil determinar la autenticidad de las fuentes, y es por este lado que brotan las críticas.
Para realizar la crónica del Garrahan tuve que delimitar las áreas o subproblemas a trabajar, haciendo una especie de mapa conceptual y relacionando una trama con otra. Para la escritura tomé como patrón a Ulibarri; dividí al texto en bloques separándolo por subtítulos. Me basé especialmente en la crónica “No tan Buenos Aires” del libro “La Argentina Crónica” por la metodología de escritura: los subtítulos, la división de temas, quise lograr también, lo impactante de las descripciones de ambientes, pero eso tenía más que ver con la capacidad literaria del autor, que no tengo. Utilicé el tiempo verbal pasado. En un punto me puse ambiciosa y quise hacer un estilo que se pareciera al de Walsh, en este punto no creo que nadie lo logre, su forma de narrar, tan envolvente y atrapante es difícil de alcanzar, o por lo menos por mí
El resultado es de mi agrado. Me gustó trabajar con este género, me permitió más libertades que otros. Con el periodístico por ejemplo hay que tratar de mantener la objetividad, expectativas que me cuesta cumplir.
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