jueves, 12 de junio de 2008

Texto narrativo a partir de consigna de imagen onírica.

El ruido es cada vez más insoportable. Le produce una sensación ambigua, entre miedo y alegría. Ana es una artista independiente, que tiene gusto por la pintura. Es bohemia, vive sola en un departamento monoambiente. Un hogar poco luminoso, con sólo una ventana que da a la calle, y por donde entra la luz de la luna. Hay ropa apilada a un costado de la cama. Un caballete con bastidor y sus materiales de pintura alrededor. Tiene un equipo de música antiguo que es su única compañía hace unos meses.
Ana vuelve a escuchar ese sonido, pero la empieza a perturbar. Minutos antes había encendido el equipo de música y había dejado llenándose la bañera para luego asearse. A medida que la pintura va tomando forma se le cruza una frase en la mente, que nadie entendería, pero iba a quedar gravada para la eternidad: “la fuerza domesticadora de lo pequeño”. La representación en su mente de ese pequeño amor que nunca iba a ser olvidado ni enterrado.
Deja de pintar. Se detiene a descifrar si el sonido proviene de donde cree. Va hacia el equipo de música, aún con el pincel en la mano y baja el volumen. Se pone más nerviosa. Sube el volumen más que antes. Vuelve al cuadro exaltada. Da pinceladas más bruscas y se le cae el pincel al piso. El sonido se vuelve insoportable. Sube el volumen al máximo y se va al baño.
Cierra la canilla de la bañera. Está llena. Vestida se sumerge bajo el agua boca arriba. Lanza un grito ahogado de desesperación. Los ruidos no cesan. Sale de la tina, mareada, y vuelve al Living.
Se cae entrando a esa habitación. Ve el pincel a su costado. Lo mira para tomarlo de un manotazo. Se levanta. Enloquecida va hacia el cuadro y comienza a perforarlo. Bajo la impotencia de no poder callar ese tortuoso sonido de su cabeza, tira el cuadro violentamente al piso. Angustiada se arrodilla y rompe en llanto. Cuando recuerda y mira hacia el montón de ropa donde había ocultado el arma. Deja de llorar y se arrastra a buscarla. La toma. Temblando pero decidida, lleva el arma a su sien. Cierra los ojos y sin dudarlo, dispara. La música se corta. La sangre se escurre entre las maderas del piso y salpica el cuadro de un ángel próximo a volar que yace tirado en el piso.

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